martes, 23 de diciembre de 2008

Un cuento de navidad

La navidad de Sisi


Estaba conectada desde las tres de la manaña y hacía exactamente veinte horas que no despegaba su culo del asiento. Recorría la web de fotolog a fotolog, firmando todos y cada uno de los post que encontraba. Dejaba una dedicatoria sencilla pero bien visible: " Muy bueno. Felicidades y que sigas con lo tuyo. Sisi."
La madre estaba preparando los platos para esa noche. A casa vendrían los abuelos y el tío Norberto. Su hermano estaba tirado en su habitación jugando con la play y su padre hacía horas que luchaba con el carbón y el asado en la parrilla.
La familia de Sisi era una familia normal, clase media acomodada. No muchos lujos pero de un buen pasar.
A medida que dejaba sus comentarios en los flogs, Sisi respondía los que recibía en el suyo. Su última foto era con su mejor amiga, Carla, abrazadas en la plaza del pueblo con la imágen de la iglesia como fondo. La foto parecía no decir nada pero se podía ver el abrazo cariñoso de CArla sobre los hombros de Sisi y esa expresión compartida de provocación: la lengua afuera y un ojo cerrado.
Sisi no hacía mucho que había entrado en ese mundo del ciberespacio, del fotolog. Carla le había mostrado un link que había encontrado por casualidad en una de sus tantas búsquedas nocturnas, donde se veían ellas dos como parte de una foto sacada en el pueblo por un visitante ocacional. De ahí salió la idea de mostrarse al mundo y provocar algo en alguien que seguramente no conocerían.
La madre de Sisi la llamó desde la cocina pero Sisi tenía los auriculares puestos escuchando Los redondos. Su hermano tampoco había respondido al pedido de ayuda de su padre. Ambos estaban absortos en sus ocupaciones virtuales.
Suena el timbre. Los abuelos y el tio Norberto llegaron para la cena. La mesa ya está servida y su madre golpea la puerta de la pieza para que baje a comer. Sisi responde su último comentario y deja la máquina prendida. Baja corriendo las escaleras y saluda rápidamente a sus abuelos y tio. Su hermano ya está sentado a la mesa comiendo la entrada fría, mientras el padre arrima una bandeja de chorizos.
La cena transcurre sin sobresaltos. El tío Norberto comenta de los últimos resultados del fútbol y su padre ensaya una especie de argumentación sobre la suerte y el destino del campeón del torneo. La abuela y su madre sirven presurosas los platos con los dulces y las frutas secas. Las sidras comienzan a correr de mano en mano. Su hermano es el encargado de abrirla: es una tradición familiar materna.
Sisi no deja de pensar en los mensajes que debe estar recibiendo y en la pila de comentarios que deberá responder. Esto del fotolog es un trabajo extra.
Las doce horas están cerca. Sus padres junto a los abuelos y el tío empiezan a brindar por el año terminado, por la navidad, por el próximo año. Siempre acostumbran brindar por todo en esta fecha. Es que recién el próximo año, para navidad, se volverán a encontrar.
Sisi piensa en lo extraño que es esto de las fiestas familiares de fin de año. La recursiva hipocrecía del beso y el deseo con aquellos que hace tiempo no se ven. Las fiestas familiares son un trastorno para Sisi.
Prefiere conectarse al mundo a través de su compu y mantener una buena charla con sus amigos virtuales.
Los bomberos accionan la sirena para marcar las doce en punto de la noche. Todos se abrazan y saludan, inclusive Sisi. En plena celebración suena el timbre. Sus padres se miran asombrados: ¿quién podrá ser?
La madre abre la puerta y vuelve a la habitación con cierta cara de asombro. Dice que afuera hay muchas personas que están preguntando por Sisi. Los abuelos, el tío Norberto, su hermano y su padre la miran asombrados.
Muchas personas buscando a Sisi, en plena navidad?
Sisi también estaba asombrada. Se acercó a la puerta y vió no muchas personas sino una multitud que la saludaron ni bien asomó su rostro por la puerta. ¿De dónde habían salido? ¿Cómo consiguieron su dirección?
Todos la saludaron. Conocían su nombre. Parecía que Sisi tenía un ejercito de amigos que se juntaron esa noche de navidad para saludarla. Sisi levantó su mano en gesto de saludo y se metió enseguida en su casa. Estaba realmente asustada. Tanta gente en su calle, fuera de su casa y que ni siquiera ella conocía, la había pasmado de miedo.
Sus padres y abuelos la seguían mirando con asombro. Su hermano movía la cabeza en gesto negativo. Entonces Sisi comprendió su error. Subió las escaleras y entró en su habitación y desconectó la computadora. Como un acto de magia los miles de amigos que estaban fuera de su casa desaparecieron.
La puerta sonó otra vez. Su madre la llamaba para bajar a comer. Los abuelos y el tío Norberto ya estaban en la mesa esperándola para comer en noche buena.

martes, 9 de diciembre de 2008

Miradas y lecturas


Una forma de leer nuestro espacio


Los situacionistas, una de las últimas vanguardias artísticas de la década del ´60, tenían la teoría de que los que vivimos en las urbes, estamos atrapados en circuitos de circulación que condicionan y controlan nuestra percepción del mundo y nuestro estado de ánimo. Circuitos de circulación que se conforman con los recorridos que habitualmente realizamos, día a día, sin prestar atención: de la casa al trabajo, del trabajo a la casa; "la vuelta al perro" en el centro mercedino; el paseo dominguero al parque municipal y la carabana interminable en las horas pico de coches que van y vienen al sector nuevo del parque municipal; los que trotan y corren durante las mañanas y por la tardecita a lo largo del acceso por calle 40 - desde la rotonda de la 1 hasta la ruta 41 -; y siguen los circuitos.

Lo que estos artistas postulaban era romper con esos circuitos mentales que se trasladaban a la geografía, al territorio. Romper por medio de lo que ellos denominaban "La deriva". En qué consiste esto? En dejarse llevar por lo que nuestros pies hagan sin pensar, fijando un punto de llegada o simplemente salir sin rumbo fijo y sin tiempo. Así, los situacionistas de París se realizaban citas en lugares determinados pero sin camino prefijado. Salir a la deriva, sin rumbo, sin un mapa que nos marque el camino. Romper con los circuitos de circulación y el sentido impuesto por el territorio. ¿Quién dijo que el camino más directo es el que va en linea recta? ¿Por qué no perderse en los circunloquios del pensamiento y avanzar? Salir de lo cotidiano y descubrir el mundo que nos rodea.

Un ejemplo interesante de esta sumisión mental que nos lleva nuestra vida consumista es la película Wall -e. Los terrícolas que vivían en la nave Axioma eran, luego de 700 años en el espacio, unos obesos y autistas que vivían en constante conexión mediante una pantalla y no tenían interacción con su medio ni con semenjantes en forma directa, corporal. Muy buena película Wall - e. Como toda la ciencia ficción, anticipatoria y muy filosófica - por más que a algunos les pese -.

Guy Debord era uno de los referentes más importantes de esta vanguardia artística francesa de los años 60. Su vida es otro interesante ejemplo a seguir. Pero más adelante hablaré de el.

Mientras tanto, dejo una imagen tribial, casi insignificante de un detalle ornamental en una fachada de una casa antigua de Mercedes. Una pequeña joya que pasa desapercibida para la mayoría de los mercedinos que transitamos todos los días por las calles de la ciudad.

¿Dónde está esta ornamentación? Una pista: sobre calle 27 a escasas cuadras de la plaza San Martín.